domingo, 13 de agosto de 2017

Epidemia de cocoliztli del pueblo

Epidemia de cocoliztli del pueblo

Por Óscar Cortés Palma



Ya subido en un púlpito de madera fray Juan de Alameda habló en nahuatl al pueblo de Ayoxochiapan:

- Hermanos, existe un dios muy poderoso, omnipresente y sabio que los invita a seguir el camino del bien y amor al prójimo para construir el reino de dios en la tierra, un reino en donde todos tengamos que comer y no nada mas unos cuantos acumulen la riqueza-.

Fray Juan de Alameda continuó diciendo:

-Hermanos los conmino a ser subditos del rey de España, a cambio él se compromete a respetar su autonomía y tierras. Es un rey muy bondadoso que aunque vive muy lejos los quiere mucho -.

A continuación, fray Juan de Alameda bautizó a Xochiacatotol y Nezahualcoyotzin gobernantes del pueblo y les cambió de nombre, ahora se llamaban Sebastian Tellez y Miguel Cortés.  

Eran los primeros españoles que pisaban  Axochiapan un lluvioso domingo de julio de 1542, era un día fresco y notaron que era un lugar con mucha agua y entre los achololes los pobladores sembraban algodón, frijol, chía, amaranto y maíz. De estas plantas y otras más se componían sus utensilios, vestimenta  y  alimentos diarios.


Después del sermón del fraile, comenzó a llover como nunca, por lo que los presentes tuvieron que refugiarse en la casa de Sebastían Tellez Xochiacatotol (palabra náhuatl que significa ¿ave de plumas de caña?).

Allí la reunión prosiguió: Miguel Cortés Nezahualcoyotzin hablaba en náhuatl mientras el intérprete lo traducía:

 -Queremos, los líderes del pueblo montar caballos, usar espadas, dagas y ropa española. A  cambio aceptamos pagar los tributos que antes pagabamos al tlatoani de México – Tenochtitlán y apoyaremos con el coatequitl[1] (trabajo gratuito comunal para obras de beneficio para todos), que antes dabamos a Mexico – Tenochtitlán para construir parroquias y apoyarlos en otras cosntrucciones -.

A continuación habló Sebastían Tellez Xochiacatotol:

-Queremos que sepan que pertenecemos a esta tierra, aquí están enterrados nuestros muertos. Que todos somos una sóla familia, el viento, la tierra, el agua- Y que .cuando pisen esta tierra y beban esta agua lo hagan con reverencia, recuerden que  es sagrada-.

A lo que fray Juan de Alameda contestó:

-Claro que esos permisos serán otorgados, por lo mientras pasaremos a firmar estos manuscritos en donde se manifiesta que estas tierras son propiedad del pueblo, y que ningún español o ningún otro pueblo se las quitará nunca jamás-.

Ya terminada la reunión y como no dejaba de llover, en medio de la llovizna, fray Juan de Alameda, su intérprete y demás comitiva se subieron a sus caballos y se retiraron.

Cual jinetes del apocalipsis a su paso dejaron una estela de destrucción, un año despúes (en 1543) la población se empezó a murir a montones en estas tierras y en todos lados. Los pobladores no podían curar las epidemias de viruela, varicela, sarampión, peste y otras enfermedades extrañas traídas de Europa, Africa y Asia.  
A este conjunto de epidemias nuevas. Las llamaron cocoliztli (enfermedad, mal), de seis partes de indios murieron cinco, la enfermedad era tan aguda que en una familia entera no quedaba ninguna persona, era necesario que acudieran a curar a los enfermos los pocos españoles que había.

Los frailes agustinos creyeron que tanta mortandad se debía. Una  a que Dios quizo castigar a los españoles por su ociosidad, soberbia y malos tratos hacia los indios. Porque faltándoles indios ya no tenía a quien explotar.

“La segunda, y principal razón, es que quiso pagarle Dios a los indios la prontitud con que cautivaron sus entendimientos a la fe; quiso coronar su voluntad sencilla. Temióse del tiempo (…) les había de envejecer y que habían de reverdecer en ellos antiguas costumbres, y al fin conoció que los había de depravar el tiempo, y por esto los arrebato la muerte[2].”

Cuando volvieron a pasar los españoles por aquí solo hayaron casas vacias. Por tal motivo, el rey de España ordenó congregar a los últimos sobrevivientes entre los años 1600 y 1612. Por aquí cerca se congregaron a la población que quedaba en: Tlaquiltenango, Amacuzac (1604), Chiautla  y Tlancualpican (1607), y Ayoxochiapan (1606).

Los españoles les asignaron casas vacías o terrenos contiguos para que edificaran sus propias casas y estuvieran juntos. Y se les asignaron en la circunferencia de los pueblos terrenos para sus sembradíos.

Muchos estuvieron en desacuerdo y escaparon a las serranías o huyeron a otros pueblos.  Otros en cambio, regresaron a sus antiguos lugares de origen.

En estas tierras, los sobrevivientes de los pueblos de Tetehuamac, Atlacahualoya; y los barrios de Telixtac (Tecpan, Hueycala, y Cuautlalpan fueron contgregados en Ayoxochiapan

Y como ya no había habitantes, uno a uno fueron llegando empresarios agrícolas y ganaderos españoles e instalaron  ranchos. Estos ranchos empezaron a ancharse, revolucinaron el paisaje.Montes y campos se poblaron de vacas, caballos, cerdos, chivos y gallinas.

El valle se tapizó de sembradíos de caña de azúcar de la mejor calidad. El azúcar de la región fue un éxito comercial mundial. Por lo que se crearon más y más ranchos, trapiches y haciendas productoras de caña de azúcar y aguardiente. En la década de 1720 's, emergieron la hacienda de San Ignacio; el trapiche de Coayuca; el rancho de Tlalayo-Alchichica; el rancho de san Miguel Ixtlilco y el rancho de caballos del Quebrantadero.

Como en todo, unas haciendas eran más prosperas que las otras  y compraban a su competencia como  por ejemplo el dueño de la hacienda de Tenango compró a su similar de Atotonilco y quedó sin competidores en la región.

Para esa época, el pueblo de Tetehuamac llevaba más de cien años desaparecido y sus antiguos terrenos iban siendo ocupados por el pueblo de Ayoxxochiapan

Joseé Antonio Salvidegoitia, dueños de la hacienda de Tenango no dejaba de mirar los antiuos terrenos de Tetehuamac. Ante esto,  el pueblo de Ayoxcohiapan empezó a prepararse para la lucha.






[1] Brigida Vont Mentz, Pueblos de Indios mulatos y mestizos
[2] Juan de Grijalva, O.S.A., Crónica de la orden de Nuestro Padre San Agustín en las provincias de la Nueva España. En cuatro edades desde el año de 1533 hasta el de 1592.(México: Porrúa, 1985)


© Texto: Óscar Cortés Palma 


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